La mariposa agita sus enaguas
al viento
y dura apenas nada,
y su brevedad
solo ahonda el embrujo.
La tortuga,
emperatriz de piedra,
hace alarde de paz en un rincón,
sin pedir perdón
ni permiso.
El ciruelo entona sus frutos
con tesón de abuelo.
No importa cuánto lo apuren,
su regalo siempre llega
a tiempo.
El pasto arremete,
impulsado por savia fervorosa.
Hijo del barro y las estrellas,
sabe ser puente
entre los mundos.
A cielo abierto
no hay atajos, no hay apremio.
No hay ruegos de eternidad
ni atisbos de amargura.
Solo un viaje de siglos o segundos
por inciertos paisajes,
el corazón borracho
de aventura
diciendo sí,
sí, y otra vez
sí.
Fabiana Fondevila
Thais Alonso
Directora Fundación Transpersonal